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Que sí misma y va aparte. Una sola no tendría sentido. Para repensar lo pensado o relatar lo relatado. Y el punto en el espacio real corresponden al.
9658; Sonus detritum CC. 9658; Sonus detritum CXCIX. 9658; Sonus solus CXCVIII. 9658; Sonus solus CXCVII. 9658; Sonus solus CXCVI. 9658; Sonus solus CXCV. 9658; Sonus solus CXCIV. 9658; Sonus simulacri CXCIII. 9658; Sonus solus CXCII. 9658; Sonus solus CXCI. 9658; Sonus solus CXC. 9658; Sonus detritum CLXXXIX. 9658; Sonus naturae CLXXXVIII.
Un signo evidente del grado de obediencia. Alcanzado en nuestros tiempos es el acatamiento, asunción y ejecución de la ORDEN inmisericorde de TOMAR IMÁGENES sin tregua, antes bien que vivir, a pesar y, si hace falta, en contra de la propia vida. Tampoco cabe dudar de la eficacia. Parálisis productiva, una actividad desencadenada por un extraño sustrato. Que bloquea, inactiva el propio ver y, sobre todo, imposibilita actuar. Quien toma una fotografía no es un vidente, es un hablante, HABLA el el lengu.
Algunas de las prácticas más extremas de la pornografía hardcore. Como la felación con asfixia por obstrucción de la nariz o la introducción de objetos de gran tamaño por vagina y ano, parecen escenificar una prueba de resistencia de la materia viva, intentan mediante todos los medios llegar a los limites del cuerpo e, incluso más allá, superar, trascender la propia existencia corporal. La esperanza, la utopía. Ni lo más insignificante, que su umbral de percepción. Como verdadero cuerpo; el muerto vivien.
Todos y cada uno de los seres y cosas de este mundo guardan un secreto, son un enigma a resolver, tienen una lección que ofrecernos, una enseñanza que comunicar, regalo o maldición, según los casos. Es necesario prestar atención y aceptar el desafío. De los insectos deberíamos aprender, al menos, que la fase adulta. Es sólo la imagen, la imago. De algo mucho más importante, la fase larvaria. Experiencia, la infancia como núcleo determinante de la vida, fase esencial, experimentum.
Es una rama de olivo. Vulgar a los ojos de cualquiera, sin hojas, torcida hacia la mitad. Para aquellos gatos no era cualquier. Todavía no sabe caminar; la madre le aguanta los brazos mientras avanza erguida entre sus piernas. Normalmente no lo ve desde esta altura. Los pies tocan algo que le llama la atención. VE la misma rama tirada en el suelo. Nada es lo que parece. De lo que está viendo.
La misma escena de semanas atrás. Sólo la suma de detalles inapreciables proporcionan una imagen que sobrepasa los tópicos de la mendicidad. Mira a la nada, el pelo agitado, la última cosa que la mantenía unida a este mundo ha desaparecido, quizá para siempre; está más allá de toda esperanza y de todo consuelo, siente como su cuerpo se hunde en el asfalto, un mar espeso, negro, tumba en la ciudad. Que la rodea como un ciego. Ajena; en lugar de reír para alegrar, celebr.
Sobre la roca, manchada de excrementos; la velocidad y la precisión con la que captura el pez bajo el agua, pertenecen al mismo orden de fenómenos. El reinado de lo exacto y preciso reclama sus derechos. No podemos afirmar con rotundidad el. De la garza a cazar su presa, o del pez a escapar de ella al detectar su sombra en el agua, ni falta que hace; pero difícilmente podríamos. No está tan claro en el caso del pescador.
De una cámara de fe, un dispositivo de resonancia de su propia existencia. No sólo existían, creían en el sentido de su vida. Importa más el hecho de la creencia y su necesidad, que el subterfugio de entregar este sentido a una entidad transcendente, santificadora de todo lo que no eran y sin remedio deberían ser. Tampoco era importante el ornamento. Mísera, hecha con materiales pobres, sin grandes adornos, era el auténtico. No hay nada que no s.
Al que nada importa excepto la promoción personal, la aceptación, elevación o integración en uno u otro círculo, cuanto más prestigioso mejor, en las imaginarias escalas jerárquicas que miden el éxito social, la valía personal. La lucha por el reconocimiento se ha trasladado a las imágenes. Tanto ves; tanto vales. En el fondo, el sujeto sólo se retrata a sí mismo, una larga retahíla de autorretratos. El genio maligno de la técnica.
Un signo evidente del grado de obediencia. Alcanzado en nuestros tiempos es el acatamiento, asunción y ejecución de la ORDEN inmisericorde de TOMAR IMÁGENES sin tregua, antes bien que vivir, a pesar y, si hace falta, en contra de la propia vida. Tampoco cabe dudar de la eficacia. Parálisis productiva, una actividad desencadenada por un extraño sustrato. Que bloquea, inactiva el propio ver y, sobre todo, imposibilita actuar. Quien toma una fotografía no es un vidente, es un hablante, HABLA el el lengu.
Algunas de las prácticas más extremas de la pornografía hardcore. Como la felación con asfixia por obstrucción de la nariz o la introducción de objetos de gran tamaño por vagina y ano, parecen escenificar una prueba de resistencia de la materia viva, intentan mediante todos los medios llegar a los limites del cuerpo e, incluso más allá, superar, trascender la propia existencia corporal. La esperanza, la utopía. Ni lo más insignificante, que su umbral de percepción. Como verdadero cuerpo; el muerto vivien.
Todos y cada uno de los seres y cosas de este mundo guardan un secreto, son un enigma a resolver, tienen una lección que ofrecernos, una enseñanza que comunicar, regalo o maldición, según los casos. Es necesario prestar atención y aceptar el desafío. De los insectos deberíamos aprender, al menos, que la fase adulta. Es sólo la imagen, la imago. De algo mucho más importante, la fase larvaria. Experiencia, la infancia como núcleo determinante de la vida, fase esencial, experimentum.
Es una rama de olivo. Vulgar a los ojos de cualquiera, sin hojas, torcida hacia la mitad. Para aquellos gatos no era cualquier. Todavía no sabe caminar; la madre le aguanta los brazos mientras avanza erguida entre sus piernas. Normalmente no lo ve desde esta altura. Los pies tocan algo que le llama la atención. VE la misma rama tirada en el suelo. Nada es lo que parece. De lo que está viendo.
La misma escena de semanas atrás. Sólo la suma de detalles inapreciables proporcionan una imagen que sobrepasa los tópicos de la mendicidad. Mira a la nada, el pelo agitado, la última cosa que la mantenía unida a este mundo ha desaparecido, quizá para siempre; está más allá de toda esperanza y de todo consuelo, siente como su cuerpo se hunde en el asfalto, un mar espeso, negro, tumba en la ciudad. Que la rodea como un ciego. Ajena; en lugar de reír para alegrar, celebr.