Me acuerdo de mi alianza de plata bailando en el dedo gordo de tu mano derecha. Me acuerdo de la forma de tus labios cuando nos despedimos en la parada del autobús que te llevaría de nuevo junto a tu novio. Me acuerdo de la cafetería de El Corte Inglés en la que tú me o.

No habrá nada que no quepa en mis manos cuando llegues. Tornasoladas nubes coronarán el techo de la alcoba. Llega para quedarte cuando llegues. Era un cliente habitual que vivía cerca. Se conocían bastante y ella siempre le había comentado lo atractivo que le parecía. Habían coincidido en el asador más de una vez y siempre había habido miradas, guiños y sonrisas entre ellos. Como te lo montas, le contes.

No es verso ni prosa,. Son las marcas de la vida. En retazos de mi piel. Marcando el hueco de lo que desaprendí. Para que pudiera llenarse de nuevo. Y frecuentado tanto el mismo cielo,. No me quedó otra que cojer vuelo. Tiempos en los que se le pone precio a las personas. Y se le da valor a las cosas,. Intente desnudarme siempre de la imbecilidad humana. Y me arropé con el calor de la mañana,. Me embriagué con sonrisas hermanas. Me alimenté de abrazos y miradas.

Miércoles, 28 de enero de 2015. La alberca de mis abuelos rebosaba de unas aguas cristalinas, amigas sin preocupaciones se zambullían entre confidencias y risas. La vieja encina tiraba de un columpio más viejo aún que contaba tardes de balanceos en soledad, cuerdas encanecidas que daban paso a otra etapa en mi vida. Tras una calurosa noche de verano, desperté ansiosa de lo que el día me deparaba, dejábamos el campo por la ciudad y no me daba ninguna pena. Con los años mi admiración.