Descargamaría, progreso o regreso? Nada importante. Quizás su Ayuntamiento debiera preocuparse, dirán . Pues en lugar de ello, se dedica a bombardear las pocas oportunidades turísticas que le quedan a nuestro pueblo. La historia de un latrocinio. El robo del Molino de Ánimas. Admirado y conocido mesón-restaurante-museo sito en la villa de Descargamaría. Para llevar adelante el proyecto tanto tiempo soñado en Descargamaría. Desgraciadamente, las intrigas de un gobierno municipal de pandereta.

Jesús Blanco e Ignacita Polo decidieron instalarse definitivamente en su amada Descargamaría. Dejando atrás su Fogón de la Abuela, en el madrileño barrio de Usera, en diciembre de 1998. Con la ilusión puesta en un proyecto que prometía ser el primer intento serio de mesón restaurante en Descargamaría. En toda la historia de la villa. Los 5 años de la regencia del Molino de Ánimas. Que a futuro, fuese la clave del desarrollo económico y social de esta villa.

Esta fantasía cala a menudo en la sociedad civil, confundiendo los poderes y otros conceptos básicos de política y gobierno. Pero no nos engañemos, los actuales gobernantes y demás tránsfugas parrilleros. Tienen diez veces más experiencia demostrable! No podrían haber sido más sutiles? Haber nivelado un poco las puntuaciones? .

Advertimos a los señores lectores, que los contenidos de esta sección pueden herir la sensibilidad de las almas nobles y justas. La historia del restaurante museo Molino de Ánimas. Es la historia de una apuesta por el futuro de Descargamaría. De la creación y puesta en marcha de un bello mesón restaurante, y de 5 años que han marcado la historia de este pueblo. Pero la historia del Molino de Ánimas. Tras cinco años de concesión, el Molino de Ánimas.

El Molino de Ánimas existió en. Desde diciembre de 1998 hasta mayo de 2004. Mesón, bar, restaurante, museo, casa de muchos y parador de todos. Sus regentes, Jesús e Ignacita, aceptaron el reto del Ayuntamiento de Descargamaría. Que en aquel entonces, se encargó de la rehabilitación de un viejo molino de aceite, próximo a la Vega de Descargamaría. Un lugar de encuentro, tertulia, tute y rayuela. De cordero a la brasa y de vino centenario.

Es Cáceres pero solo de nombre, porque el forastero siempre lo compara con Galicia, con la cornisa cantábrica, y algún viajado, con centroeuropa. Y todo ahí, a un paso de las Hurdes y de Portugal. Un pueblo que el jueves santo dejaría a un Jesucristo yaciente entrar andando por su propio pie en la ermita, de no ser por el salario mínimo que a cada pierna otorga el alguacil de turno.