Sólo quería que lo supieras. La insignificante celda no parecía hecha para humanos, pensé, pero estaba seguro que el yugo de la costumbre me obligaría a aceptarla y hasta a quererla. La cárcel donde yo estaba era muy vieja, supuse al entrar, ya que sus paredes tenían sobre sí una innumerable cantidad de rayas verticales cortadas por una diagonal, que simboliza entre los reclusos el paso del tiempo. Mi corazón latía tan fuerte que ni siquiera pude escuchar su nomb.

Domingo, 10 de mayo de 2015. De Esteban Constaín, o Lo que todavía no sabes del pez hielo. Bueno, cuando desee acomodar una descripción que atrape, vívida, procure ver su escrito como el discurso elaborado por un hombre que sube a cualquier bus para vender un lapicero, con ojos de descubrimiento, con ánimo de convencer, con el poder innato de permitir al espectador un nuevo mundo escondido en algo que todos los días toma en su mano. Las tablas de la cama.